SINOPSIS:
Con sincero regocijo
saludamos a Siervo Mora, digno continuador de una honrosa tradición
lexicográfica reconocida en el mundo hispánico que, desde la obra del fundador
de la escuela, Rufino José Cuervo, a la fecha, ha sabido presentar a la
comunidad científica esclarecedores estudios sobre repertorios sintagmáticos de
carácter teórico (A. Zuluaga 1975; XXX, 1 y 2, 1980), tanto como práctico
(Julio C. García ¿1948?, 1951), H. Molina (1951), L. A. Acuña (1951), J. Tobón
(1962), Carlos García (1988, 1992), M. Alario di Filippo (1983), J. Sierra
(1983). No se está fuera de contexto si a la lista anterior añadimos a G.
Haensch y R. Werner (1993).
El trabajo que comentamos
se propone explorar los usos actuales de locuciones, modismos y colocaciones
habituales. Para el efecto se emprendió la ingente tarea de despojar la
fraseología de los cinco principales diccionarios de colombianismos; se utilizó
el material léxico reunido para la modalidad cubana por la especialista Antonia
María Tristá (1988), que coincide en ciertos empleos con la variedad
colombiana. Igual procedimiento se adoptó con el Diccionario de la Real
Academia (1992). En consecuencia, el corpus que se muestra a la consideración
del público resulta del aprovechamiento casi exclusivo de fuentes escritas.
Por la relativa extensión
del campo léxico considerado, se puede caracterizar el Lexicón de fraseología
como una aproximación a un diccionario particular de restricción interna o
selectivo (exclusivamente lingüístico). La restricción se ofrece en la
presentación de un estimado de 4.800 unidades fraseológicas fijadas por el uso
y limitadas al espacio lingüístico de Colombia.
Una antigua práctica
lexicográfica indica que las expresiones fijadas por el uso se deben presentar
en los diccionarios generales semasiológicos del siguiente modo:
Boca. . . // a boca de
jarro (DRAE 1992: 300)
. . .// M. Adv. A boca de
jarro (VOX 1971: 249)
. . .// A BOCA DE JARRO
(Dicc. de uso 1994: 387)
. . .// A boca de jarro,
m.adv. (P. Larousse 1990: 152)
De esta manera, siguiéndose
un orden jerárquico semántico-gramatical se considera en la cabecera del
artículo que corresponda al primer sustantivo de la unidad pluriverbal, si
fueran varios los que entraran en su composición; si no apareciera ningún
sustantivo, se abordará, según el caso, el verbo que formara parte de ella; y
si en la frase hecha no figuraran ni sustantivos, ni verbos, se ordenarán sucesivamente
un adjetivo o un adverbio. A la vez, cada una de estas clases gramaticales
pertenecientes a cada unidad fraseológica, de manera rigurosa se situará en el
orden alfabético que le corresponda dentro de la macroestructura del
diccionario.
No obstante, se verifica en
todo el cuerpo del Lexicón de fraseología ordenaciones alfabéticas como:
patinarle el coco, pegar el brinco, pisar la cáscara, poner conejo, prender la
mecha, punto por punto, etc., que lematizan cada artículo de acuerdo a la
primera letra de la combinación idiomática. Es obvio que la propuesta
alfabética de Siervo Mora –que es la misma de Ramón Caballero (1905) – atiende
a poderosas razones prácticas, ya que facilitará el uso al lector común y
corriente, quien podrá localizar una unidad idiomática con seguridad y rapidez,
aunque se deje de lado la técnica de distribución ya señalada líneas arriba y
que, en nuestros días, siguen, por ejemplo, Fernando Varela y Hugo Kubart en su
Diccionario fraseológico del español moderno (1994).
El consultante queda
perplejo cuando en algunas definiciones sinonímicas el autor desliza
involuntariamente su largo trato con las variedades geolingüísticas del español
de Colombia, olvidando que Julio Casares (1950: 143) aconseja al lexicógrafo
que "las equivalencias o definiciones no responderán adecuadamente a su
fin mientras no estén concienzudamente esterilizadas de todo germen capaz de
originar un efecto estilístico", verbi gratia, las equivalencias
coloquiales: a media voz ‘pasito, blandamente’; al rape ‘tusado’ (rapado); dar caramelo ‘entretener,
envolatar’; echar una pestañeada ‘dormir un ratico durante el día’; enmochilar el cuento ‘envolatar’ (atarear, distraer); en aulagas ‘acosado, atafagado’
(atosigado); hacer maña, hacer pachorra, hacer roña ‘roncear’ (ronzar); tener de las cuatro ‘tener
atafago’ (atarearse); salir como
perro regañado, salir rabo entre piernas ‘quedar
achantado’ (desmoralizarse,
decaerse), (las indicaciones entre paréntesis
son nuestras).
También llaman la atención
las definiciones ‘emproblemarse’ para las fraseologías
meterse en la grande, meterse en un berenjenal, meterse en una bollada y ‘ventajear’ para tirar para su raya,
tirar raya. El idiolecto que maneja el investigador evade respectivamente las
perífrasis verbales buscarse, crearse problemas y sacar ventaja o aventajar; si
bien la primera cae dentro de las posibilidades derivativas de la lengua, suena
extraña al español general; parecida explicación merecería el coloquialismo ‘ventajear’.
La codificación general de
un diccionario está directamente vinculada a lo que se ha denominado
macroestructura. De ésta depende la microestructura o composición de los
artículos, es decir, el lema y el artículo propiamente dicho (definición). El
autor encaró dos posibles soluciones: una primera, presentar una sola frase
como lema, tal vez la más usual o frecuente y, dentro del artículo, las otras
de parecido significado, es decir, las sinonimias. Si el lexicógrafo se hubiera
decidido por esta solución tal vez las 4.800 entradas que parece contener el
Lexicón se hubieran visto reducidas a un número significativamente menor; la
segunda, por la cual opta el lexicógrafo, consiste en otorgarle una entrada
independiente, distinta, a cada una de las unidades fraseológicas, y esta
elección explica lo copioso del repertorio. Se observan frases que,
repartiéndose un mismo contenido, merecen 16, 12, 10, 8, 6, 4, o 2 diferentes
entradas:
Ni a bala, ni a cañón, ni a garrote, ni a palos, ni a
tacos, ni a tiros, ni dándole con qué, ni de fundas, ni de vainas, ni en ñanga,
ni en sueños, ni pensarlo, ni por el putas, ni por esas, ni por imaginación, ni
porque pinten pajaritos de oro, ni remotamente, ni soñarlo; igualmente,
quedarse bizco, quedarse con la boca abierta, quedarse
de una pieza, quedarse de una sola pieza, quedarse frío, quedarse helado,
quedarse petrificado, quedarse sin habla, quedarse sin respiración, quedarse
súpito, quedarse tieso,
que comparten
respectivamente las significaciones ‘de
ninguna manera’ y ‘sorprenderse, paralizarse’. O en
los pares que la obra comentada exhibe a raudales:
Abrir la puerta, abrir las
puertas;
Ser más cumplido que novia
fea, ser más cumplido que novio feo;
Atrasado de noticias,
atrasado en noticias;
Coger el cielo a dos manos,
coger el cielo con las dos manos;
Echar una cana al aire,
echar una canita al aire, etc.,
que en menor o mayor medida
configuran simples variantes o fenómenos de polimorfismo. Nos arriesgaríamos a
afirmar que las ya citadas y muchísimas otras que figuran en el Lexicón
constituyen combinaciones que están en proceso de nivelación, de fijación. Las
preferencias de la comunidad social determinarán el uso futuro y consagrará a
una de ellas como unidad triunfante, ‘expresión fija’, diría Alberto Zuluaga.
De otro lado, se sustenta
la escritura sin espacios en blanco utilizada en frases tales como: hacer la
patadeperro, montar la vacaloca porque las autorizan el uso y la pronunciación.
La misma razón debería fundamentar ponerle el tate quieto, ponerle su tate
quieto (tatequieto). Quedan ciertos usos de difícil asignación escrita: entre
gallos y media noche (¿Medianoche?), no hay tu tía (¿Tutía?), pasar las negras
(¿Pasarlas?).
Se constatan en la edición
algunos descuidos que en el futuro serán fácilmente corregidos. Obsérvense la
doble aparición de las entradas tener piedra (págs. 205, 206) y caer en la
celada (43) y la presencia de las disortografías de las páginas 25, 75, 80,
127, 142, 173, 195 y 216.
Hay que resaltar que el
tamaño de las letras y la diagramación ofrecida por la Imprenta Patriótica
garantizan al lector una agradable lectura.
Finalmente, en el panorama
hispanoamericano la fraseología viene alcanzando un buen nivel de desarrollo en
Cuba con los trabajos de A. M. Tristá y discípulos; se debe señalar también la
creciente atención que en estos últimos años brindan al tema la Lexicografía y
la Dialectología. Recuérdense las experiencias de M. J. Tejera y su equipo para
presentar las "expresiones" (fraseología) en el Diccionario de
venezolanismos (1983), las del cuerpo dirigido por Luis Fernando Lara para el
Diccionario básico del español de México (1986), la serie del Nuevo diccionario
de americanismos dirigida por G. Haensch y R. Werner, el de colombianismos
(1992: T. I.), argentinismos (1993: T. II) y el de uruguayismos (1993: T. III).
A este incompleto conjunto
debe sumarse la recomendable obra de Siervo Mora Monroy, quien con un estimado
de más de 4.800 fraseologías, a la vez que cancela una situación de carencia
para el dialecto colombiano, se aproxima firmemente al ideal de escribir de
manera más exacta nuestra lengua.
Por: Augusto Alcocer Martínez
Por: Augusto Alcocer Martínez
TITULO: Lexicón
de fraseología del español de Colombia
AUTOR (ES): Siervo Mora Monroy
FICHA TÉCNICA:
Copyright ©
Siervo Mora Monroy
Copyright ©
Instituto Caro y Cuervo
Género: Diccionario,
Humor, Investigación
ISBN: Sin información
Edita:
Instituto Caro y Cuervo
Edición: 8 de noviembre de 1966
Páginas: 228
Dimensiones: 13.4 x 20.6 CMS
Tipo de Edición: Rústica
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