lunes, 31 de diciembre de 2018

Primer Festival Mundial del Humor Gráfico Calarcá 1989 - Fundación Proarte Calarcá


SINOPSIS:
CRÓNICA DESDE ALCALÁ DE HENARES
Por Carlos Alberto Villegas Uribe

QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA

Memorias con fondo de tango de una fiesta que empezó en el eje cafetero colombiano

Cuando la realizadora argentina María Verónica Ramírez y el caricatógrafo colombiano Ómar Figueroa -Turcios- se reencontraron en San José de Caracciolos, una iglesia patrimonial de Alcalá de Henares que se ha convertido paulatinamente en templo del humor gráfico, revivieron la alegría de su primer encuentro en las tierras del eje cafetero, dos décadas atrás, en el marco del "Primer Festival Mundial de Humor Gráfico, Calarcá 1989".

María Verónica había arribado a España varios días antes en el extraño otoño de 2009. Un otoño que aún no le daba permiso a las hojas para engalanarse con sus ocres tradicionales. Un otoño burócrata que se solazaba con subrayar sus ausencias. Verónica acompañaba a los caricaturistas gráficos argentinos Caloi, su marido, y Tute, el hijo de este, quienes llegaban a la tierra de Francisco Quevedo y Villegas para cerrar la exposición colectiva "En el nombre del Padre y del Hijo", clausura con la cual se daba inicio formal a las actividades de la "Muestra Iberoamericana de Humor Gráfico Alcalá de Henares 2009", realizadas entre el 19 y el 25 de octubre.

En medio de la alegría del reencuentro, Turcios le contó que Elena Ospina, con quien comparto mi vida, la única mujer integrante de "El Cartel del Humor", había participado de aquella fiesta del eje cafetero y se encontraba entre los expositores de la muestra "La letra con humor entra", dedicada este año a recordarles a las naciones su compromiso con uno de los objetivos del segundo milenio: la educación. Con Elena, hace cerca de 3 años que estamos en Madrid y en esta edición fue invitada por la Fundación General UAH a presentar el boceto de un mural en homenaje a los seis galardonados con el Premio Quevedos: Mingote, Chumy Chumez y El Roto, de España, Quino y Ferro de Argentina, y Ziraldo de Brasil.

Fue entonces cuando Turcios nos buscó entre la barahúnda de voces que disfrutaban las viñetas de la exposición y recordamos, con la ayuda de la prodigiosa memoria de María Verónica, intacta y plena de gratitud, a los organizadores de aquella fiesta gráfica de 1989: Gladys Molina y José Yesid Sabogal –Nono–, representantes del colectivo cultural Proarte Calarcá; Grosso y Bernardo Rincón en representación del Taller de Humor; y al diligente Maestro Calarcá, con quien habíamos representado los intereses de El Cartel del Humor en el grupo tripartita que hizo realidad aquel encuentro.

María Verónica recordó también a los jurados del evento, un cartel de lujo que realzaba la trascendencia de aquella iniciativa de la provincia, considerada en ese entonces, por el diario El Espectador, como uno de los eventos culturales destacables de la década de los ochentas en el panorama cultural colombiano. Los ojos brillaron de alegría al recuperar cada uno de sus nombres: el poeta Juan Manuel Roca, el caricatógrafo brasilero Roberto de Salles, el pintor latinoamericano Ómar Rayo, el caricatógrafo colombiano Ponto, el cineasta y crítico colombiano Lisandro Duque. "Qué maravilla, si los encuentran a todos ellos, mándeles mucho cariño".

"Yo me acuerdo que fuimos al cafetal en Quindío y para mí el encuentro en Calarcá fue mágico, mágico, mi experiencia allí fue muy completa, primero porque yo iba muy enamorada y era como una suerte de luna de miel el viaje, después, encontrarme con toda esa gente con esa pasión, con todo ese entusiasmo, y además nos divertimos mucho, nos reímos mucho. Colombia me pareció maravillosa y esto sucedió en otro lugar mágico que era el Quindío. Y con Carlos (Caloi) nos ocupábamos de hacer una transmisión cultural que era llevarles el vino, y la magia del vino, así que, bueno, tengo un recuerdo hermosísimo" subraya María Verónica desde su rostro limpio, espontáneo y lleno de vitalidad.

Al preguntarle en Alcalá de Henares sobre sus proyectos, Verónica deja entrever a una mujer sinérgica, positiva, llena de optimismo, que, aunque comparte hombro a hombro con Caloi sus jornadas creativas, no se niega sus propios caminos de realización.

"Hace 20 años, más o menos, que tenemos con Carlos un programa en la televisión argentina dedicado a las artes plásticas en general y en particular al cine de animación de autor de todo el mundo. Además de esto, o a raíz un poco del programa, yo me especialicé mucho en la animación de autor y desarrollo una sección en el festival más importante de Argentina, dedicada a la animación, y tengo una productora que produce eventos culturales de distinto tipo, ciclos de cine, en salas y al aire libre y además en estos momentos estoy haciendo una película o largo metraje de animación, con cuatro estudios de animación independientes. Son cuatro historias independientes sobre Buenos Aires y el tango: una está inspirada en dibujos de Caloi y la estamos dirigiendo juntos; hay otra hecha por Carlos Nine, que es un extraordinario dibujante argentino, de nivel internacional; otra por los hermanos Faivre y otra que se está haciendo en Rosario, en una localidad argentina también. Este, yo además estoy a cargo de la dirección general y de la producción general. Y bueno, muchas otras cosas. Ahora estoy organizando la presencia de la animación argentina en la feria de Frankfurt y en el Festival de Annecy que es el festival más importante de animación que hay en el mundo. Así que, bueno, difundiendo la animación argentina afuera y la animación internacional en nuestro país".

Pero ella deja atrás el tema de sus proyectos personales y regresa a los tiempos del encuentro en el eje cafetero con una anécdota que acentúa la alegría de sus enormes ojos cómplices: "Y este es un recuerdo especial para Bernardo Rincón a quien, insisto, recuerdo con muchísimo cariño –y todavía me debe fotos del encuentro de Calarcá–. Recuerdo que nosotros tomábamos vino tinto con Carlos y le convidamos a Bernardo y Bernardo decía: Pero esto no hace nada ¿Cuál es la famosa magia del vino? Y cuando salimos del restaurant, Bernardo agarró una botella y quería convencernos que frotándola en las esquinas de las paredes, la botella se iba a quedar pegada, cosa que nunca logró. Y nosotros sabíamos que era la magia del vino". Y entonces, sabedora de que aquel registro audiovisual llegaría de alguna manera hasta Colombia, remató la frase con cariñoso tono argentino: "Un beso, Bernardo". Bernardo Rincón, es necesario señalarlo, es una figura histórica de la caricatografía colombiana, las iniciativas de su gestión cultural fortalecieron en nuestro país, en los ochentas y los noventas, los géneros del denominado humor gráfico y la historieta.

En la profusión de actividades que convierten a Alcalá de Henares en la capital mundial de humor gráfico, todavía tuve la oportunidad de volver a verla una vez más. Estaba al lado de Caloi en el paraninfo de la Universidad, cuando le hacían entrega del sexto Premio Quevedos al brasileiro Ziraldo Alves Pinto. En ese escenario solemne, en donde también se entregan los premios Cervantes de literatura, Turcios le mostraba unas fotos de los encuentros pasados. Las fotos nos demostraron que la memoria es frágil y, aunque el espíritu vibre con juventud, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Después, su presencia se diluyó entre la infinidad de actividades: exposiciones, talleres con jóvenes y adultos, visitas a la cárcel, presentaciones de libros sobre el humor, lo cómico y la caricatura, desfiles con cabezones y batucada, brindis y celebraciones y un sinnúmero de propuestas dionisiacas que consagran la risa como constructora de cultura.

Son esas presencias efectivas –como las de María Verónica, los centenares de participantes de todo el mundo y las de los propios alcalaínos–, las que hicieron que ausencias como la de la ministra española de Cultura no lo fueran tanto, o tal vez lo fueran tontas. Por eso, no hay motivo para desgarrarse las vestiduras. Un burócrata no hace el otoño. Las hojas pueden seguir cayendo con toda la belleza de su colorido. Que perdure en la memoria esa fiesta que los caricatógrafos colombianos empezamos con María Verónica y con Caloi hace 20 años en el eje cafetero y continúe la magia del vino argentino mezclada con la magia del café más suave del mundo.

Coletilla. El poeta Elías Mejía ratificó la fugaz persistencia de la memoria al recordarnos que Ómar Ortiz, poeta vallecaucano, también participó como jurado de aquella fiesta gráfica. En otro mensaje electrónico, el caricatógrafo Orlando Cuéllar confirmó nuestras palabras sobre la importancia del evento rememorando su asombro frente la galaxia de estrellas que desfilaban ante sus ojos de reportero joven. Él era entonces un aprendiz de la poesía gráfica y en los pasillos de la Casa de la Cultura vivía los delirios de aquella utopía constructora como enviado de El Espectador a cubrir el Primer Festival Mundial de Humor Gráfico, Calarcá 1989. Y mientras trato de encontrar su rostro en un álbum de ensoñaciones, las notas del tango me devuelven el piafar de un caballo y la imagen de una muchacha de circo que baila sobre el lomo de un corcel dibujado por Azeta.

¿De parte de quién? - Pablus Gallinazo y José María Raventós


SINOPSIS:
Suele confundirse el humor con la falta de seriedad y este libro que el lector tiene en sus manos y va a comenzar a leer aquí, sino es que ya empezó por otra parte distinta a esta advertencia, es fruto de un trabajo hecho a ciencia y conciencia.

Acopiar de fuentes tan diversas, como adelante se dirá, los nombres más raros del país, que resultaron ser decenas de miles, y luego descartar la mayoría para hacer caber los elegidos en un libro manuable, como se podrá imaginar, no ha sido cosa fácil ni agradable, porque muchas cosas buenas quedaron y quedarán, por desgracia, en los tinteros de escritores que por una u otra circunstancia deben hacer homenaje a la brevedad.

Luego, hacer potable y leve no ligero ni liviano el resultado de la investigación, espigueo y análisis, si no se acude a la broma, la sonrisa y el gracejo, al diálogo y al desenfado, resultará imposible. No imaginamos nada más cargante que el exceso de erudición y la sobreabundancia de lo que fuere. De ahí que hayamos echado mano de dos personajes entre reales y ficticios que encarnan las dos principales tendencias de nuestros ayudantes de veras y carne y hueso: Joaquín Barreto, alias “Botellón” la ignorancia y simpleza; y Maiself Pradilla, la sesudez, tino y sapiencia, algunas veces excesivas.

Juan de Valdés y Miguel de Cervantes, ellos sí magistrales, echaron mano, en el Diálogo de la Lengua e Ingenioso Hidalgo, de esta bendición que permite manejar los extremos con cierta galanura. Y de todos es cierto que las necesidades de Sancho en su primeras partes, no opacan en modo alguno la sabiduría quijotesca; ni la fingida o verdadera ignorancia de Pachecos, Marcios y Coriolanos, opaca la luz de la Lengua valdesiana. Dicho aquello, debe saber el lector que esta obra ha reposado por años y vuelta a la vida con la distancia necesaria para quitar pullas, limar asperezas, suavizar filos y enromar agudezas, y lo que aquí queda es gracia de la mejor buena voluntad. Los dueños de nombres extravagantes o curiosos deben haberlos padecido personalmente de manera oral y ahora por escrito; también habrá por aquí o por allá ignorancias nuestras ─de Botellones, Maiselfes y nuestras─ que esperamos subsanar con el pasar del tiempo y las ediciones, con la ayuda de lectores más avisados y personajes que quieran sacarnos del berenjenal en que nos metimos con nuestra mejor intención.

Por Pablus Gallinazo y José María Raventós

[Fuente: solapa libro impreso]

Mafalda 10 - Joaquín Salvador Lavado Tejón "Quino"


SINOPSIS:
Mafalda es el nombre de una tira de prensa argentina desarrollada por el humorista gráfico Quino de 1964 a 1973, protagonizada por la niña homónima, «espejo de la clase media latinoamericana y de la juventud progresista», que se muestra preocupada por la humanidad y la paz mundial, y se rebela contra el mundo legado por sus mayores.

Mafalda es muy popular en Latinoamérica en general, así como en algunos países europeos: España, Francia, Grecia e Italia. Ha sido traducida a más de treinta idiomas. Umberto Eco, quien ha escrito la introducción a la primera edición italiana de Mafalda, ha dicho amarla «muchísimo» y considera muy importante leer la tira para entender a la Argentina.

En 1962, Quino llevaba ya cerca de una década realizando humor gráfico, cuando su amigo Miguel Brascó, humorista y escritor que había trabajado en algunas de las mismas revistas que aquél, fue contactado por «Agens Publicidad» con el fin de crear una tira de historietas para promocionar la marca de electrodomésticos «Mansfield», de la empresa Siam Di Tella. La tira funcionaría como publicidad encubierta al aparecer en medios impresos. Brascó recordó que Quino le había comentado «que tenía ganas de dibujar una tira con chicos» y le sugirió realizar una historieta que combinara a «Peanuts con Blondie». La empresa había puesto como condiciones que en la historieta apareciesen algunos electrodomésticos y que los nombres de los personajes comenzaran con «M».

Quino dibujó entonces varias tiras protagonizadas por una familia tipo constituida por un matrimonio de clase media con dos hijos: un niño y una niña. En esta familia ficticia, los rasgos del matrimonio son similares a los de los padres de Mafalda de la etapa posterior, mientras que el hijo no se asemeja a ninguno de los personajes clásicos de Mafalda. Su hermanita sí es reconocible como Mafalda, aunque exhibe un diseño arcaico.

El nombre Mafalda fue tomado del filme Dar la cara (1962), basado en la novela homónima de David Viñas, donde hay una bebé que lleva ese nombre, el cual le pareció alegre a Quino.

La historieta realizada por Quino fue ofrecida por «Agens» al diario Clarín, pero la estratagema publicitaria fue descubierta y la campaña no se llevó a cabo. Posteriormente, Miguel Brascó publicó en el suplemento humorístico «Gregorio» de la revista Leoplán, del cual era director, tres de las tiras dibujadas para la campaña fallida.

En 1964, Julián Delgado, director de la revista Primera Plana, acuerda con Quino comenzar a publicar en ese medio a Mafalda, ya desvinculada de propósitos publicitarios. Quino dibuja con este fin nuevas tiras donde, en un principio, participan solo Mafalda y sus padres. Con el correr del tiempo, Quino iría agregando personajes, destacándose entre éstos los amigos de Mafalda —Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad— y su hermanito Guille.

Personajes Principales:

Mafalda: Es la protagonista de la tira. Representa la aspiración idealista y utópica de hacer de este un mundo mejor, aunque la envuelven el pesimismo y la preocupación debido a las circunstancias sociopolíticas que aquejan permanentemente a nuestro planeta. Los comentarios y ocurrencias de Mafalda son espejo de las inquietudes sociales y políticas del mundo de los años sesenta. Denuncia, a través de sus dichos y acciones, la maldad y la incompetencia de la humanidad y la ingenuidad de las soluciones propuestas para los problemas mundiales, como el hambre y las guerras. En un reportaje de 1987, Quino explicó que el nihilismo del personaje se refiere a la índole del ser humano, no a la civilización. «Estaba convencido de que si alguien no modificaba un gen del hombre, éste desaparecería a corto plazo», manifestó.

Mafalda habría nacido el 15 de marzo de 1960 o el 15 de marzo de 1962 (aunque su cumpleaños, a decir de Quino, ha de celebrarse el día en que la tira apareció publicada por primera vez, 29 de septiembre de 1964), en el seno de una típica familia de clase media argentina de los años sesenta.

Entusiasta de Los Beatles, el Pájaro Loco y los panqueques, detesta en cambio la sopa. Incomoda frecuentemente a los adultos con sus cuestionamientos sobre lo socialmente establecido y sus preguntas relativas al manejo político del mundo. Está convencida del progreso social de la mujer y lo preconiza. Se imagina a sí misma estudiando idiomas y trabajando como intérprete en las Naciones Unidas para contribuir a la paz mundial.

Al comenzar la historieta, Mafalda tiene cuatro años de edad, y en el mes de marzo siguiente ingresa al jardín de infantes. En los diez años de desarrollo de la historieta parece llegar hasta el tercer o cuarto grado de la escuela primaria.

Padre: Padre de Mafalda y de Guille; la tira no revela su nombre y apellido. Característico empleado de oficina, hombre probo que trabaja como corredor en una compañía de seguros. Procura en todo momento la mesura en el gasto familiar y no comprende bien los avances y retos que plantean las nuevas generaciones. Las dudas que le plantea su hija con respecto a los males del mundo lo ponen en entredicho en más de una ocasión. Su afición es el cultivo de plantas de interior, ya que la familia vive en un apartamento. Conduce el auto familiar, que es un Citroën 2CV.

Madre (Raquel): Madre de Mafalda y de Guille. Es una típica ama de casa argentina de clase media de los años sesenta, ocupada de lo que ocurre en su microclima hogareño. Cocina, lava, plancha y hace las compras, pero aparentemente no maneja el auto. Inició estudios universitarios y estudió para ser pianista profesional, pero abandonó su carrera luego de haberse casado, hecho que Mafalda le recrimina en varias ocasiones. Sin embargo, no requiere complicaciones para ser feliz y da lecciones de humildad y sacrificio a su pequeña hija inquieta por las adversidades del mundo.

Felipe: Amigo de Mafalda. Va un curso más arriba que ella en la escuela primaria y sin embargo su personalidad es más simple e ingenua. Soñador, tímido, perezoso y despistado, vive agobiado por sus tareas escolares. Ve la vida de manera más sencilla que Mafalda y de forma más acorde con su edad. Le gusta leer tiras cómicas de El llanero solitario, escuchar a Los Beatles, y jugar al ajedrez. Muestra interés por una niña llamada Muriel, quien no parece percatarse de su existencia. Vive en el mismo edificio que Mafalda y su familia.

Físicamente, Felipe tiene cabello claro y lacio, con los dientes incisivos superiores sobresalientes. Como inspiración para este personaje, Quino ha mencionado a Jorge Timossi, un amigo suyo que tenía «dos graciosos dientes de conejito».

Manolito (Manuel Goreiro): Amigo de Mafalda. Hijo de un comerciante de barrio, el propietario del almacén «Don Manolo», Manolito representa las ideas capitalistas y conservadoras dentro de la historieta, además de constituir una caricatura del inmigrante gallego. Es tosco, ambicioso y materialista, pero no malintencionado. Además de acudir a la escuela —cuestión para él secundaria—, ayuda a la venta y distribución de mercancías en el almacén de su padre y le interesa estar al tanto de todas las operaciones de entrada y salida de dinero de la tienda.

A diferencia del resto de los personajes, a Manolito le gusta la sopa y desprecia a Los Beatles y a las tendencias juveniles de los años sesenta; también es antagónico hacia los otros almacenes, competidores de «Don Manolo». Parece carecer de fantasía e imaginación, aunque demuestra un gran oportunismo comercial (vende a sus amigos dulces a crédito con intereses, inventa maneras de publicitar el almacén de su padre y hasta huele una moneda a distancia). Su mayor aspiración es convertirse en un importante ejecutivo dueño de una cadena de supermercados, y enviar a Rockefeller a la quiebra.

Físicamente, Manolito lleva el pelo cortado a modo de cepillo y tiene la cabeza más cuadrada que la de sus amigos. Salvo por el vello facial, es idéntico a su padre y a su hermano mayor; éste aparece en la tira una sola vez cuando lo licencian del servicio militar y trabaja en el almacén de su padre; más tarde, Manolito refiere que su hermano emigró a Estados Unidos.

Al igual que Felipe, Manolito está inspirado en una persona real: Anastasio Delgado, un inmigrante español dueño de una panadería y padre de Julián Delgado, un amigo de Quino.

Susanita (Susana Clotilde Chirusi): Amiga de Mafalda. Hasta la llegada de Libertad, Mafalda y Susanita son las únicas mujeres del grupo de amigos de la tira. Parlanchina, pendenciera, chismosa —nada de lo que pasa en su vecindario ocurre sin que ella se entere— y en ocasiones altanera, Susanita puede llegar a ser agobiante para el resto del grupo, aunque ella no lo percibe. Es además racista, despectiva de los pobres, admiradora de la oligarquía y más preocupada por la imagen y la moda que el resto de sus amigos. Sus pasatiempos favoritos son jugar con Mafalda a representar situaciones sociales propias de los mayores (juego de la mamá, juego de tomar el té), así como discutir con Manolito, a quien desprecia por rústico e ignorante. Es enamoradiza y muestra interés romántico por Felipe, quien no le corresponde. Es también egoísta y rencorosa, pero valora la gran amistad que le une a Mafalda. Su máxima aspiración es casarse, ser una madre de clase social acomodada y tener muchos hijos, asumiendo el rol tradicionalmente asociado a la mujer. Contrasta fuertemente con la actitud de Mafalda, más intelectual y concienciada de la liberación de la mujer y de la igualdad entre los sexos. Físicamente, Susanita es rubia y tiene bucles, lo que le da un aspecto similar al de su madre.

Miguelito (Miguel Pitti): Amigo de Mafalda, un año menor. Es más soñador que Felipe y acostumbra hacerse preguntas complejas y absurdas sobre la realidad. Es también más inocente que el resto de la pandilla de amigos, y pasa de etéreas reflexiones («¿Cómo hará el tiempo para doblar las esquinas en los relojes cuadrados?») a típicas quejas de niño («¡Siempre yo, siempre yo!... ¿no puede ir otro a hacer los mandados?»). Hijo único, suele discutir con su madre —aparentemente estricta— sobre sus deberes infantiles. Es algo egoísta y un enfervorizado defensor de Benito Mussolini, entusiasmo que le fue inculcado por su abuelo. Es directo y sincero con las personas, pudiendo llegar a parecer cruel en algunos momentos, pero aceptando con humildad y sin acritud las críticas recibidas.

Su cabello recuerda a un conjunto de hojas (o, a decir de sus amigos, a una planta de lechuga) y siempre viste un overol con tiradores.

Guille: Es el hermano pequeño de Mafalda y el único personaje que crece físicamente a lo largo de la tira. Guille protagoniza de continuo las travesuras domésticas propias de los niños de primera infancia. A pesar de su inocencia le gusta Brigitte Bardot, tiende a ser algo irreverente (llama a sus padres «los viejos») y le encanta la sopa, lo que suele provocar la ira y el asco de su hermana.

Cuando se produjo el golpe de estado en Argentina del general Juan Carlos Onganía en 1966, el periódico donde se publicaba la tira (El Mundo) cerró mientras la madre de Guille se encontraba embarazada de él, por lo que no hay descripciones de lo sucedido durante su nacimiento. El personaje aparece, ya como bebé, en el semanario Siete Días Ilustrados, cuando la historieta retoma su publicación.

Inicialmente, Guille se expresa con defectos de pronunciación y usa chupete, pero más tarde abandona ambos.

Al igual que Felipe y Manolito, Guille se inspira en una persona real: Guillermo Lavado, sobrino de Quino.

Libertad: Amiga de Mafalda y último personaje en unirse a la pandilla. Es muy bajita de estatura, al punto de que Guille es más alto que ella, lo cual es motivo de comentarios recurrentes de los demás personajes, en un obvio guiño político. Su personalidad es incendiaria y proyecta abiertamente ideas políticas en contra del sistema establecido. Es el único personaje más liberal que Mafalda, contrastando con los más conservadores Manolito y Susanita. También es el personaje que más conversa con Mafalda sobre temas sociopolíticos, y ambas parecen concordar ideológicamente, salvo por el hecho de que Mafalda es más realista.

El padre de Libertad es socialista y tiene un empleo al que no valora (un «puestucho de morondanga», como refiere Libertad); su madre es traductora de francés.

Libertad aspira a que el pueblo tome conciencia de la situación de su país, se levante en una revolución social y cambie las estructuras de la nación. Dice gustar de las personas y cosas simples, pero al tratar de explicarlo cae en una retórica muy confusa. Pretende convertirse en traductora de francés como su madre.

Mafalda 8 - Joaquín Salvador Lavado Tejón "Quino"


SINOPSIS:
Mafalda es el nombre de una tira de prensa argentina desarrollada por el humorista gráfico Quino de 1964 a 1973, protagonizada por la niña homónima, «espejo de la clase media latinoamericana y de la juventud progresista», que se muestra preocupada por la humanidad y la paz mundial, y se rebela contra el mundo legado por sus mayores.

Mafalda es muy popular en Latinoamérica en general, así como en algunos países europeos: España, Francia, Grecia e Italia. Ha sido traducida a más de treinta idiomas. Umberto Eco, quien ha escrito la introducción a la primera edición italiana de Mafalda, ha dicho amarla «muchísimo» y considera muy importante leer la tira para entender a la Argentina.

En 1962, Quino llevaba ya cerca de una década realizando humor gráfico, cuando su amigo Miguel Brascó, humorista y escritor que había trabajado en algunas de las mismas revistas que aquél, fue contactado por «Agens Publicidad» con el fin de crear una tira de historietas para promocionar la marca de electrodomésticos «Mansfield», de la empresa Siam Di Tella. La tira funcionaría como publicidad encubierta al aparecer en medios impresos. Brascó recordó que Quino le había comentado «que tenía ganas de dibujar una tira con chicos» y le sugirió realizar una historieta que combinara a «Peanuts con Blondie». La empresa había puesto como condiciones que en la historieta apareciesen algunos electrodomésticos y que los nombres de los personajes comenzaran con «M».

Quino dibujó entonces varias tiras protagonizadas por una familia tipo constituida por un matrimonio de clase media con dos hijos: un niño y una niña. En esta familia ficticia, los rasgos del matrimonio son similares a los de los padres de Mafalda de la etapa posterior, mientras que el hijo no se asemeja a ninguno de los personajes clásicos de Mafalda. Su hermanita sí es reconocible como Mafalda, aunque exhibe un diseño arcaico.

El nombre Mafalda fue tomado del filme Dar la cara (1962), basado en la novela homónima de David Viñas, donde hay una bebé que lleva ese nombre, el cual le pareció alegre a Quino.

La historieta realizada por Quino fue ofrecida por «Agens» al diario Clarín, pero la estratagema publicitaria fue descubierta y la campaña no se llevó a cabo. Posteriormente, Miguel Brascó publicó en el suplemento humorístico «Gregorio» de la revista Leoplán, del cual era director, tres de las tiras dibujadas para la campaña fallida.

En 1964, Julián Delgado, director de la revista Primera Plana, acuerda con Quino comenzar a publicar en ese medio a Mafalda, ya desvinculada de propósitos publicitarios. Quino dibuja con este fin nuevas tiras donde, en un principio, participan solo Mafalda y sus padres. Con el correr del tiempo, Quino iría agregando personajes, destacándose entre éstos los amigos de Mafalda —Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad— y su hermanito Guille.

Personajes Principales:

Mafalda: Es la protagonista de la tira. Representa la aspiración idealista y utópica de hacer de este un mundo mejor, aunque la envuelven el pesimismo y la preocupación debido a las circunstancias sociopolíticas que aquejan permanentemente a nuestro planeta. Los comentarios y ocurrencias de Mafalda son espejo de las inquietudes sociales y políticas del mundo de los años sesenta. Denuncia, a través de sus dichos y acciones, la maldad y la incompetencia de la humanidad y la ingenuidad de las soluciones propuestas para los problemas mundiales, como el hambre y las guerras. En un reportaje de 1987, Quino explicó que el nihilismo del personaje se refiere a la índole del ser humano, no a la civilización. «Estaba convencido de que si alguien no modificaba un gen del hombre, éste desaparecería a corto plazo», manifestó.

Mafalda habría nacido el 15 de marzo de 1960 o el 15 de marzo de 1962 (aunque su cumpleaños, a decir de Quino, ha de celebrarse el día en que la tira apareció publicada por primera vez, 29 de septiembre de 1964), en el seno de una típica familia de clase media argentina de los años sesenta.

Entusiasta de Los Beatles, el Pájaro Loco y los panqueques, detesta en cambio la sopa. Incomoda frecuentemente a los adultos con sus cuestionamientos sobre lo socialmente establecido y sus preguntas relativas al manejo político del mundo. Está convencida del progreso social de la mujer y lo preconiza. Se imagina a sí misma estudiando idiomas y trabajando como intérprete en las Naciones Unidas para contribuir a la paz mundial.

Al comenzar la historieta, Mafalda tiene cuatro años de edad, y en el mes de marzo siguiente ingresa al jardín de infantes. En los diez años de desarrollo de la historieta parece llegar hasta el tercer o cuarto grado de la escuela primaria.

Padre: Padre de Mafalda y de Guille; la tira no revela su nombre y apellido. Característico empleado de oficina, hombre probo que trabaja como corredor en una compañía de seguros. Procura en todo momento la mesura en el gasto familiar y no comprende bien los avances y retos que plantean las nuevas generaciones. Las dudas que le plantea su hija con respecto a los males del mundo lo ponen en entredicho en más de una ocasión. Su afición es el cultivo de plantas de interior, ya que la familia vive en un apartamento. Conduce el auto familiar, que es un Citroën 2CV.

Madre (Raquel): Madre de Mafalda y de Guille. Es una típica ama de casa argentina de clase media de los años sesenta, ocupada de lo que ocurre en su microclima hogareño. Cocina, lava, plancha y hace las compras, pero aparentemente no maneja el auto. Inició estudios universitarios y estudió para ser pianista profesional, pero abandonó su carrera luego de haberse casado, hecho que Mafalda le recrimina en varias ocasiones. Sin embargo, no requiere complicaciones para ser feliz y da lecciones de humildad y sacrificio a su pequeña hija inquieta por las adversidades del mundo.

Felipe: Amigo de Mafalda. Va un curso más arriba que ella en la escuela primaria y sin embargo su personalidad es más simple e ingenua. Soñador, tímido, perezoso y despistado, vive agobiado por sus tareas escolares. Ve la vida de manera más sencilla que Mafalda y de forma más acorde con su edad. Le gusta leer tiras cómicas de El llanero solitario, escuchar a Los Beatles, y jugar al ajedrez. Muestra interés por una niña llamada Muriel, quien no parece percatarse de su existencia. Vive en el mismo edificio que Mafalda y su familia.

Físicamente, Felipe tiene cabello claro y lacio, con los dientes incisivos superiores sobresalientes. Como inspiración para este personaje, Quino ha mencionado a Jorge Timossi, un amigo suyo que tenía «dos graciosos dientes de conejito».

Manolito (Manuel Goreiro): Amigo de Mafalda. Hijo de un comerciante de barrio, el propietario del almacén «Don Manolo», Manolito representa las ideas capitalistas y conservadoras dentro de la historieta, además de constituir una caricatura del inmigrante gallego. Es tosco, ambicioso y materialista, pero no malintencionado. Además de acudir a la escuela —cuestión para él secundaria—, ayuda a la venta y distribución de mercancías en el almacén de su padre y le interesa estar al tanto de todas las operaciones de entrada y salida de dinero de la tienda.

A diferencia del resto de los personajes, a Manolito le gusta la sopa y desprecia a Los Beatles y a las tendencias juveniles de los años sesenta; también es antagónico hacia los otros almacenes, competidores de «Don Manolo». Parece carecer de fantasía e imaginación, aunque demuestra un gran oportunismo comercial (vende a sus amigos dulces a crédito con intereses, inventa maneras de publicitar el almacén de su padre y hasta huele una moneda a distancia). Su mayor aspiración es convertirse en un importante ejecutivo dueño de una cadena de supermercados, y enviar a Rockefeller a la quiebra.

Físicamente, Manolito lleva el pelo cortado a modo de cepillo y tiene la cabeza más cuadrada que la de sus amigos. Salvo por el vello facial, es idéntico a su padre y a su hermano mayor; éste aparece en la tira una sola vez cuando lo licencian del servicio militar y trabaja en el almacén de su padre; más tarde, Manolito refiere que su hermano emigró a Estados Unidos.

Al igual que Felipe, Manolito está inspirado en una persona real: Anastasio Delgado, un inmigrante español dueño de una panadería y padre de Julián Delgado, un amigo de Quino.

Susanita (Susana Clotilde Chirusi): Amiga de Mafalda. Hasta la llegada de Libertad, Mafalda y Susanita son las únicas mujeres del grupo de amigos de la tira. Parlanchina, pendenciera, chismosa —nada de lo que pasa en su vecindario ocurre sin que ella se entere— y en ocasiones altanera, Susanita puede llegar a ser agobiante para el resto del grupo, aunque ella no lo percibe. Es además racista, despectiva de los pobres, admiradora de la oligarquía y más preocupada por la imagen y la moda que el resto de sus amigos. Sus pasatiempos favoritos son jugar con Mafalda a representar situaciones sociales propias de los mayores (juego de la mamá, juego de tomar el té), así como discutir con Manolito, a quien desprecia por rústico e ignorante. Es enamoradiza y muestra interés romántico por Felipe, quien no le corresponde. Es también egoísta y rencorosa, pero valora la gran amistad que le une a Mafalda. Su máxima aspiración es casarse, ser una madre de clase social acomodada y tener muchos hijos, asumiendo el rol tradicionalmente asociado a la mujer. Contrasta fuertemente con la actitud de Mafalda, más intelectual y concienciada de la liberación de la mujer y de la igualdad entre los sexos. Físicamente, Susanita es rubia y tiene bucles, lo que le da un aspecto similar al de su madre.

Miguelito (Miguel Pitti): Amigo de Mafalda, un año menor. Es más soñador que Felipe y acostumbra hacerse preguntas complejas y absurdas sobre la realidad. Es también más inocente que el resto de la pandilla de amigos, y pasa de etéreas reflexiones («¿Cómo hará el tiempo para doblar las esquinas en los relojes cuadrados?») a típicas quejas de niño («¡Siempre yo, siempre yo!... ¿no puede ir otro a hacer los mandados?»). Hijo único, suele discutir con su madre —aparentemente estricta— sobre sus deberes infantiles. Es algo egoísta y un enfervorizado defensor de Benito Mussolini, entusiasmo que le fue inculcado por su abuelo. Es directo y sincero con las personas, pudiendo llegar a parecer cruel en algunos momentos, pero aceptando con humildad y sin acritud las críticas recibidas.

Su cabello recuerda a un conjunto de hojas (o, a decir de sus amigos, a una planta de lechuga) y siempre viste un overol con tiradores.

Guille: Es el hermano pequeño de Mafalda y el único personaje que crece físicamente a lo largo de la tira. Guille protagoniza de continuo las travesuras domésticas propias de los niños de primera infancia. A pesar de su inocencia le gusta Brigitte Bardot, tiende a ser algo irreverente (llama a sus padres «los viejos») y le encanta la sopa, lo que suele provocar la ira y el asco de su hermana.

Cuando se produjo el golpe de estado en Argentina del general Juan Carlos Onganía en 1966, el periódico donde se publicaba la tira (El Mundo) cerró mientras la madre de Guille se encontraba embarazada de él, por lo que no hay descripciones de lo sucedido durante su nacimiento. El personaje aparece, ya como bebé, en el semanario Siete Días Ilustrados, cuando la historieta retoma su publicación.

Inicialmente, Guille se expresa con defectos de pronunciación y usa chupete, pero más tarde abandona ambos.

Al igual que Felipe y Manolito, Guille se inspira en una persona real: Guillermo Lavado, sobrino de Quino.

Libertad: Amiga de Mafalda y último personaje en unirse a la pandilla. Es muy bajita de estatura, al punto de que Guille es más alto que ella, lo cual es motivo de comentarios recurrentes de los demás personajes, en un obvio guiño político. Su personalidad es incendiaria y proyecta abiertamente ideas políticas en contra del sistema establecido. Es el único personaje más liberal que Mafalda, contrastando con los más conservadores Manolito y Susanita. También es el personaje que más conversa con Mafalda sobre temas sociopolíticos, y ambas parecen concordar ideológicamente, salvo por el hecho de que Mafalda es más realista.

El padre de Libertad es socialista y tiene un empleo al que no valora (un «puestucho de morondanga», como refiere Libertad); su madre es traductora de francés.

Libertad aspira a que el pueblo tome conciencia de la situación de su país, se levante en una revolución social y cambie las estructuras de la nación. Dice gustar de las personas y cosas simples, pero al tratar de explicarlo cae en una retórica muy confusa. Pretende convertirse en traductora de francés como su madre.