jueves, 14 de julio de 2016

El Precio del Crimen - Hernán Hoyos


SINOPSIS: Era una tarde de marzo o abril de 1992 (la imprecisión es mía). Yo estaba en la oficina de mi papá, asistente de la Dirección en Occidente. Un hombre de poca estatura, bastante calvo, de piel cobriza y ojos escondidos de un color entre verde y café, entró y nos saludó. Luego de una breve conversación, mi padre me lo presentó. “Mijo, el escritor Hernán Hoyos”. Me sorprendí. “Ah, es él”, pensé.
En esa época sus libros me tenían engolosinado. Uno tras otro, los leía con la fiebre sexual de un adolescente de catorce años. De la modesta colección de pornografía oculta entre unos dos mil títulos de la biblioteca de mi padre, yo ya había hojeado las revistas y leído todos los cuentos y artículos. Y como esa colección no se actualizaba, llegué a las carátulas de los libros de Hoyos. Recuerdo la de El tumbalocas, la foto de una mujer semidesnuda con unas tetas suculentas de pezones colorados. La de Sin calzones llegó la desconocida, la foto de una rubia hermosa, desnuda junto a una puerta con las bragas en la mano. La de El precio del crimen, un collage de mujeres semidesnudas y hombres armados, y la de 008 contra Sancocho, una caricatura de un viejito que ampliaba con lupa la huella de una mano sobre la nalga turgente de una mesera en babydoll. Aquellas ediciones eran del mismo tamaño que las Selecciones del Reader’s Digest. Cuando le pregunté por las carátulas, me explicó que las había hecho con fotografías que recortaba de revistas extranjeras. Las ilustraciones se las pedía a Luis E. López, caricaturista de Occidente. Por Juan Miguel Álvarez