SINOPSIS: Leemos Iván el imbécil de Leon Tolstói, son las
5:30, el cuento es acorde a nuestros intereses, pero seguramente como en otros
días, no me podré volar, incluso me demoraré más tiempo hasta que lo termine
¿Pero cómo parar? Es uno de los libros del paquete de Libro al viento de la
alcaldía. Hay muchos ejemplares y le puedo prestar a cada uno, así ellos van
llevando la lectura. Pero yo voy leyendo. Están en círculo, un círculo cerrado,
yo voy caminando alrededor de ellos y les voy leyendo. A veces paro y les
pregunto por el tema o por palabras desconocidas. De seguro voy a llegar tarde
de nuevo y me tocará buscar el salón. “Lo más importante es que dispongas de un
gran número de soldados; de otro modo habrá en el reino demasiada gente ociosa
e inútil. Es preciso reclutar, sin distinción, a todos los hombres jóvenes; y
entonces tendrás un ejército cinco veces más numeroso. Después necesitamos nuevos
modelos de fusiles y cañones. Inventaré fusiles que arrojen cien proyectiles a
la vez como una lluvia de guisantes. Y te haré cañones que escupan fuego a
distancias enormes. Los hombres, los caballos, las casas... todo arderá. El zar
Simón escuchó al nuevo voivoda. Dio órdenes para que construyeran fábricas, de
las que iban a salir centenares de fusiles y cañones. Una vez que todo estuvo
dispuesto, se fue a guerrear contra el zar vecino”.
Ahí vamos. Lo peor del asunto es
que hoy es mi primera clase en el enfoque de didáctica: me dijeron que el
maestro tiene el espíritu, que lo contagia a uno con el ánimo de enseñar. Que
es como la esencia misma de la literatura transformándose en pedagogía. Ya
vamos más cerca del final. Seis de la tarde. Iván tiene tres hermanos. Sus dos
hermanos hombres piden la herencia, uno se va detrás de la guerra y el otro
detrás del comercio. Iván se queda en el campo manteniendo a sus padres y a su
hermana ciega con su trabajo. El diablo (que podría ser el mismo capitalismo)
envía a tres de sus diablillos a enemistar a los hermanos. A los dos que se han
ido los diablillos los convencen, al uno de entablar una guerra y al otro de
comerciar hasta quedarse con todo el negocio en el reino. Los dos fracasan al
ser engañados por los diablillos y vuelven a donde Iván, quien los recibe y
sigue siendo considerado como imbécil por no dejar de hacer lo que hace: vivir
del trabajo con la tierra. Iván va a ir capturando a cada uno de los pequeños
diablos sin querer y ellos le van a conceder deseos. Aun cuando podía curar
enfermedades con una raíz, crear ejércitos a partir de bultos de paja y hacer
oro frotando hojas no dejó de hacer lo que hacía siempre y por tal razón sigue
siendo imbécil.
Favorece a sus hermanos con oro
y soldados, pero estos son engañados por el ansia del poder y usan lo que les
da Iván para incrementar su ambición afectando a su gente, frente a lo cual
Iván no volverá a ayudarlos. El Diablo mayor, al enterarse del fracaso de los
diablillos decide venir a hacer él mismo la tarea y logra perder a los hermanos
en la codicia hasta que terminan miserablemente. Diez para las seis. Iván se
casa con la princesa que ha caído enferma y es curada gracias a la firme
voluntad de Iván para salvarla, eso lo hace dueño de un reino, pero él, en
lugar de sentarse en un trono a esperar que le sirvan sigue labrando la tierra
como todos, viviendo en el mismo lugar y hasta su princesa asume el papel de
campesina. Iván es nombrado zar, pero no deja de hacer lo que hace. Todos en su
reino siembran y cosechan, la comida se da en abundancia y hay para compartir
porque todo es para todos. El diablo, decide entonces hacerle la guerra directa
a Iván. Convence a un rey vecino de atacarlo. El reino del imbécil trata tan
fraternamente a los invasores que estos terminan desertando. Luego intenta
contratar a los habitantes del reino de Iván para esclavizarlos en un trabajo,
pero es inútil porque a nadie le interesa el dinero, todos tienen lo que
necesitan y las monedas de oro las usan para jugar.
Quisiera salir ya, pero cómo
terminar aquí, estamos en el desenlace que es lo mejor. Les leo este cuento a
mis estudiantes porque me gusta la manera en que Tolstói en un cuento casi de
hadas logra hablar de lo que en realidad es la crisis de la humanidad y
precisamente habla de eso de lo que hoy en día son esas instituciones
estructuras que se diluyen. Entonces ¿Qué hace el Diablo? pues como último
recurso el diablo va a decir que lo importante es trabajar con la cabeza. Que
quienes trabajan con la cabeza obtienen mejores resultados que los que trabajan
con sus manos la tierra.
Tolstói produjo una obra de
noventa volúmenes. Muchos de ellos deben ser desconocidos, Seis y quince. Dicen
que además el hombre fomentó la revolución rusa, lo cierto es que terminó como
ermitaño. Después de los catorce hijos que le dio su joven mujer, una vida
modesta y mucha literatura decide diluirse. Siendo un noble, un privilegiado,
decide ser humano, despojarse de las provisiones del sistema y alejarse, ante
la inescrutable verdad que le dio su época.
Por lo general los chicos hacen
preguntas sobre el significado de las palabras, sobre la relación de las cosas
y uno que otro dato histórico. Yo paro y les doy paso: la lectura es como una
cadena, cada oración es un eslabón, si los eslabones no están completos la
cadena no existe, hay que ir cerrándolos y para ello se debe entender el texto,
por eso no importa parar. Pero no han preguntado, se han dejado convencer por
el ritmo del libro. Uno que otro estará pensando en la salida, en quienes los
esperan afuera, pero quizás el silencio general lo ha llevado a volcar su
atención sobre el final del relato.
Pienso en mi recorrido. Si me
voy en Transmilenio el alimentador me puede retrasar. Además la venida, con sus
esperas. Pero si me voy en bici salgo de una. Tomo las Américas hasta que se
funde con la treinta y cuatro, después la veintiuno hacia el norte
que ahora es bajada, derecho, derechito, hasta llegar a la sesenta y tres,
después subo y cruzo diagonalmente la plaza central de Chapinero bajo la sombra
de la iglesia gótica de Lourdes, mientras pienso en el montón de gente que tuvo
que ponerse a construir cada uno de los detalles que la componen y la gente que
está tirada a sus puertas pidiendo limosna. Tanto ajetreo para demostrar la
existencia del dios católico. Toda una catedral llena de recovecos para
recordar una aparición en Francia, una estatua es la reliquia de toda la
iglesia, que incluso fue coronada en 1988, como si estuviera viva, como todos
los zares que gobernaron Rusia durante más de cuatro siglos con el favor de
dios o de su madre, la misma que beneficia a los que están en el poder, como el
procurador y sus secuaces y oculta su rostro de otros, los perseguidos, los
miserables de siempre. Una virgen especial, como la del Carmen, la de
Fátima, del agarradero, de Guadalupe, de Luján, de Copacabana, del Carmen de
Maipú, de Chiquinquirá, de los Ángeles, de la Caridad del Cobre, del Quinche,
de la Paz, del Rosario, de Suyapa, de "El Viejo", de Caacupé, de la
Evangelización, de la Divina Providencia, de las Mercedes, de los Treinta y
tres, de Coromoto, de la Franqueira, de la Rogativa, de las Lágrimas, de las
Nieves, de los Desamparados, de los Dolores-Murcia, de los Dolores de Hellín,
del Pilar, del Rosario de Hellín, de la Arrixaca, de la Merced , de la Peña,
del Azahar, de Beniajan, de Rosell, María Auxiliadora, la Santa, Madre de
Dios.
Llegaré tarde de nuevo, pero en
bicicleta la diferencia es de diez minutos y puedo venirme a mi ritmo. Así que
tomaré la bici. Pero aún no he terminado. Los zares eternos de planes colosales
se acababan, era el fin de una época sólida en Rusia. Desde Iván el grande,
pasando por Iván el terrible, Pedro el otro grande que enterró a más de
veinticinco mil seres humanos en la construcción de San Petesburgo, su
caprichito, la ciudad de los huesos. Catalina la astuta, la avispada, y Pablo,
Alejandro, Nicolás y Miguel, con distintos números y adornos ya no podían
convencer por la fuerza. El gran imperio Ruso se había construido sobre la
sangre de su gente que era explotada miserablemente para cumplir las absurdas
órdenes de los zares enviados por la divinidad para gobernar.
Se fue al piso entonces, y es lo
que quiero que piensen. Cuatrocientos cincuenta años. Esta gente, nuestra gente
y su cultura llevan poco más de quinientos. Desde que llegaron los bárbaros
(porque ¿cómo se puede considerar la inteligencia de alguien que cree que el
mundo ha sido creado en siete días?) a condenarnos a su sórdido pensamiento que
es degollar el pensamiento ajeno, acabar con los no elegidos, los elegidos son
los que me obedecen y construirán catedrales, monumentos, castillos,
fortalezas, coliseos, partenones y pirámides, para que la gente no pueda vivir
su vida y viva la de los demás, para los reyes y los zares, para los que viven
en palacios, para el imperio. El imperio del que somos parte es la evolución de
los imperios. Pero así como se acabó en Rusia, por la experiencia del dolor en
la piel, que hizo cuestionar la bondad divina que favorecía a los mismos de
siempre, así se está acabando aquí.
Les faltan las razones, se les
acaban los motivos, a pesar de que aún haya gente que les cree, gente que cree
en dos bandos y no en la diferencia natural de cada uno, somos iguales porque
pensamos diferente, a imagen y semejanza de la vida, que es distinta como cada
planta, como cada piedra, como cada pedazo de tierra y de agua que no es la
misma pero es igual. La naturaleza va despejando esas ataduras artificiales,
esos yugos que nos ataron para esclavizarnos, esa cueva y sus cadenas. Es imposible
vivir como ellos quieren, si es que pretendemos vivir. Entonces vuelve a
preguntarnos Paul Valéry: “¿la mente humana puede dominar lo que la mente
humana ha creado?” y la vida nos sorprende con su respuesta. El deseo por
aprender del ser humano ha derretido la solidez en avanzado estado de
desintegración, como decía Bauman, el interés por buscar nuevos sólidos que
pudieran durar se ha perdido. La comunicación ha fomentado nuestra desconfianza
sobre esas instituciones que han determinado nuestra vida. Ahora no tenemos un
mundo predecible y controlable. Lo que importa es el flujo del tiempo y no el
espacio que se pueda ocupar, vamos a prisa, como el cuento de Octavio paz:
“Tengo prisa por estar. Corro tras de mi tras de mí, tras de mi sitio, tras de mi
hueco ¿Quién me ha reservado ese sitio? ¿Cómo se llama mi fatalidad? ¿Quién es
y qué es lo que me mueve y qué es lo que aguarda mi advenimiento para cumplirse
y para cumplirme? No, sé. Tengo prisa. Aunque no me mueva de mi silla, ni me
levante de la cama. Aunque dé vueltas y vueltas en mi jaula. Clavado por un
hombre, un gesto, un tic, me muevo y remuevo. Esta casa, estos amigos, estos
países, estas manos, esta boca, estas letras que forman esta imagen que se ha
desprendido sin previo aviso de no sé dónde y me ha dado en el pecho, no son mi
sitio. Ni esto ni aquello es mi sitio”.
Llevo media hora, las distancias
se acortan después de que se sale de Techotiba, o lo que llaman ciudad Kennedy
(pero Kennedy ha muerto) ¿Qué nos depara el futuro? pienso mientras pedaleo,
rápido para alcanzar a llegar a clase, aunque sé que voy tarde. Antes uno le
podía decir a un pelado, vea estudie que va a llegar lejos ¡qué va! si ni
siquiera hay trabajo y ellos lo saben al ver a tanto profesional de taxista, y
también saben que los padres de la patria son corruptos, cínicos y miserables.
Entonces si el estudio es eso, qué sentido tiene. Las instituciones se caen de
su peso. Los otros patriarcas son criminales o narcotraficantes que han
acallado la dignidad con dinero y violencia.
Por eso es que me he dedicado a
leerles, a hablarles, a contarles historias, no como una acumulación de
conocimientos, como una manera de llegar a la vida, de ser feliz con la
literatura que otros hicieron para que pudiéramos ver otras cosas, para que no
nos quedemos inermes frente a la voluntad de las viejas instituciones. Para que
imaginen una sociedad distinta, nuevas formas de vivir en este caos
emancipador, de restablecer el equilibrio entre política y poder, porque ahora
la política es local y el poder es global y todos estamos expuestos a las
mareas de la modernidad líquida. Como si muchos tsunamis nos alcanzaran, uno
detrás de otro, encima de otro, abrazado por otro, tsunami, tras tsunami. Por
ello la educación se va convirtiendo en un proceso líquido constante, una
educación rápida, sensible que va construyendo métodos de aprendizaje en la
misma vivencia del ser.
Durante siglos hemos vivido en
la condena de modelos, y si uno se fija bien, nos han hecho la vuelta, nosotros
también nos la hacemos. Todos esos modelos han sido construidos desde
discursos. Discursos sobre lo que debe ser y lo que no. Pero y si uno no llega
a la talla ¿si uno no alcanza la nota? antes la nota era un indicativo. Pero
hoy ya no nos importa. Estamos fijos en un aparato comercial. La nota como
comercio llega a ser tan ineficaz que igual, no aporta nada a nuestro
conocimiento, solamente al diploma, al título.
Tolstói derrumba las
instituciones de su época. Esas instituciones frías, pierden su vigencia. Es
tan complejo el asunto de la humanidad que ya no cabe en la legalidad, en la
absurda solidez de las constituciones que burlan todos los encargados de
hacerlas valer. Por eso lo más coherente resulta ser la vuelta a la casa y a la
tierra. "Mi esclavo ordena que dejes de ser gavilla, y que cada una de tus
espigas se transforme en soldado."
Siete de la noche, me demoro un
poco más en llegar. Pero voy a prisa como el diablo del cuento, que
cansado de mendigar comida, pues nadie se la cambia por dinero, -el dinero no
vale nada en el reino de los imbéciles- decide convocar a toda la población a
ir a escuchar sus lecciones sobre cómo trabajar con la cabeza en el faro.
Durante tres días da confusas fórmulas sobre cómo se puede vivir de los demás,
sin trabajar la tierra. La gente va y lo escucha, pero como son tan imbéciles,
se aburren. Se aburren todo el tiempo, tienen cosas que hacer en su casa,
entonces se van y lo dejan solo. Nadie ha pensado en llevarle algo de comer al
pobre diablo. Agobiado por la debilidad y la incomprensión da un traspié desde
lo alto del faro y rueda a prisa golpeando su cabeza contra las escaleras. Iván
que ha venido a buscarlo para traerle comida, intuye finalmente que el trabajo
con la cabeza es más doloroso y menos productivo que el que realizan los imbéciles
con las manos sobre la tierra. Entonces el diablo, el diablo adolorido y
acongojado, el diablo que podría ser el mismo capitalismo, abre un hoyo en la
tierra y se va. Por Gianni Lara.
Publicado 4th November 2013 por a media cuadra.-
Prensa alternativa.
TITULO: Iván
el Imbécil - Libro al viento
AUTOR (ES): León Tolstói
FICHA TÉCNICA:
Copyright © De la edición: Instituto Distrital de
las Artes - IDARTES
Género:
Relato o Cuento
ISBN: 978-958-8898-34-6
Edita: Instituto Distrital de las Artes - IDARTES
Edición: octubre de 2015
Páginas: 60
Dimensiones: 12.5 x 16.5 CMS
Tipo de Edición: Rústica,
Bolsillo
como era el apodo de simon
ResponderBorrarHola. Disculpa la demora en responder. Apodo de Simón no lo sé, pero sé que se trataba del soldado. Simón, hermano de Taras el corpulento e Iván el Imbécil.
BorrarSimon el soldado
BorrarOk...
ResponderBorrarHola, el texto es mío. Muchas gracias por publicarlo.
ResponderBorrarBuenas noches. Siempre procuro ser respetuoso con las fuentes de información y los autores. Gracias por visitar mi blog...
ResponderBorrarMe encantó
ResponderBorrarNo he tenido la oportunidad de leerlo aún... Gracias por visitar mi blog.
ResponderBorrares oooooooooooooorrrrrrrrrrrrriiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiibbbbbbbbbbbbbbblllllllllllllllllllle
ResponderBorrar... y en especial si lo escribe sin "h"...
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