SINOPSIS:
Darío Ortiz, el artista que lleva
la acuarela al límite
Vida Social 2 ene 2014 - 11:03 a. m. Por: Redacción Cromos
Para Ortiz, sus obras en acuarela siempre habían sido experimentos.
Lo suyo era el óleo y con esta técnica se dio a conocer en Colombia para luego
llevar su trabajo a Estados Unidos, Italia, Francia, China y Austria. Desde los
19 años salió del país e hizo carrera en el exterior, donde su talento a la
hora de dibujar figuras humanas fue reconocido. Hoy, sus óleos pueden llegar a
costar entre 50.000 y 100.000 dólares.
La acuarela era una técnica a la que recurría cuando necesitaba
crear imágenes con mayor rapidez. Eran experimentos, ensayos, estudios. Las
verdaderas obras, las que se exhibían y se vendían en museos y galerías eran
pinturas al óleo. Pero de un momento para otro, debido a las redes sociales,
las cosas cambiaron. Ortiz subía a Facebook uno de sus óleos y recibía 150 “me
gusta”. Luego subía una de las acuarelas y muy pronto tenía 350 “me gusta”.
También empezó a recibir llamadas de importantes concursos de acuarela, no para
que presentara su obra sino para que hiciera de jurado. Al parecer sus obras
creadas con técnicas de agua tenían un encanto que él desconocía.
“Yo no sé de acuarela, simplemente pinto como
puedo. Manejar la técnica es muy difícil: o eres muy tenido y haces liniecitas
como si fuera ilustración, o haces esas manchas que se mueven por todas partes
y no te dejan crear nada preciso. Así que, según lo que dicen los acuarelistas,
mi mérito está en que trabajo con esas manchas, pero logro figuras precisas”.
Al darse cuenta del interés que despertaban sus
acuarelas, Ortiz reunió las obras que había creado con esa técnica en los
últimos tres años y con ellas armó la muestra Al agua, que hoy se exhibe
en LGM y de la cual nació el libro Darío Ortiz Acuarelas.
En tiempos en los que el mundo del arte busca abstracción, en los
que más que el talento de un artista se valora su capacidad para desarrollar
conceptos, y en los que el arte realista con frecuencia es subvalorado, Ortiz
se atreve a ir contra la corriente y presenta una propuesta figurativa en
acuarela que, en la medida en que trasgrede los límites de la técnica y pone en
evidencia su destreza a la hora de manejarla, puede ser tan vanguardista y
atrevida como una instalación o un performance.
“Aunque en Colombia está en boga el arte del concepto, los grandes
artistas del siglo XX fueron figurativos: Lucien Freud, Gerard Richter… Antonio
López, el más importante artista español del momento, es figurativo y sus obras
cuestan hasta 4 millones de dólares. La galería de mayor vanguardia del mundo
acaba de entregar su premio de retrato. En el mundo pasan cosas que aquí no
están viendo, aquí se quedaron en Duchamp. Y es que, claro, desde el punto de
vista del mercado es mucho más fácil especular con lo que no es figurativo.
Porque tú no puedes convencer a la gente de que una cabeza mal hecha está bien
hecha. En cambio, te pongo dos manchas sobre una mesa y te digo que es la clave
del universo, ¿quién me lo niega?”.
Con sus acuarelas, Ortiz explora nuevamente la figura humana pues es por eso que produce arte: “Me interesa encontrar las vicisitudes del alma humana, entre esas la mía. Es un trabajo largo de psicoanálisis propio. Me parece más significativo como discurso averiguar cuáles son las dolencias del individuo que referirse a los males que aquejan a la humanidad. Quisiera pensar, como en el Renacimiento, que el ser humano puede ser la medida de todas las cosas”. Y al ver su obra parece que lo es. En los trazos que reproducen cada arruga, cada mirada, cada gesto, el que observa siente que Ortiz trata de develar los misterios del hombre y su lugar en el mundo.
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