Uno de los tantos López de
la guía tenía una doble personalidad. Era Roberto López, se daba a conocer a
través del seudónimo Viuti y ejercitaba la arquitectura como pantalla de una
misión mucho más trascendente: hacer reír.
Nace en el 44 y a los 21
años publica sus primeros dibujos en Tía Vicenta, para pasar luego a María
Belén, Tío Landrú, Adán, Satiricón, Mengano, Chaupinela, El Ratón de Occidente,
Breviario y Panorama.
Desde los inicios, Humor lo
cuenta como proveedor de desopilantes chistes y de historietas certeras y cáusticas.
La originalidad de sus ideas, que mezclan en equilibrada proporción la ternura
con la crítica social y política, muestran siempre una visión profundamente
humana y una toma de posición muy clara ante el autoritarismo y las
desigualdades sociales, lo que le acarrea persecuciones y amenazas durante los
difíciles años de la dictadura militar.
Hasta su temprana muerte,
Viuti publica una tira muda en La Nación (Hagamos el humor) y una historieta
cotidiana en Clarín (Teodoro y Cía.).
Buena parte de su obra
aparece en los libros ¿Quién es Viuti?, Lo peor de Viuti, dos tomos de la
historieta Teodoro y Cía. y No pido la palabra.
El Estudio de Arte
Andrómeda de Trento, Italia, le concede mención especial en el Concurso de
Sátira y Humor de 1986.
Cuando fallece repentinamente
en diciembre de 1989, Viuti nos deja con la convicción amarga de que un talento
como el suyo no se encuentra hojeando la guía y de que todavía tenía mucho para
dar.
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