SINOPSIS:
CRÓNICA DESDE ALCALÁ DE HENARES
CRÓNICA DESDE ALCALÁ DE HENARES
Por Carlos Alberto
Villegas Uribe
QUE VEINTE AÑOS NO
ES NADA
Memorias con fondo de tango de una fiesta que
empezó en el eje cafetero colombiano
Cuando la realizadora argentina María Verónica
Ramírez y el caricatógrafo colombiano Ómar Figueroa -Turcios- se reencontraron
en San José de Caracciolos, una iglesia patrimonial de Alcalá de Henares que se
ha convertido paulatinamente en templo del humor gráfico, revivieron la alegría
de su primer encuentro en las tierras del eje cafetero, dos décadas atrás, en
el marco del "Primer Festival Mundial de Humor Gráfico, Calarcá
1989".
María Verónica había arribado a España varios días
antes en el extraño otoño de 2009. Un otoño que aún no le daba permiso a las
hojas para engalanarse con sus ocres tradicionales. Un otoño burócrata que se
solazaba con subrayar sus ausencias. Verónica acompañaba a los caricaturistas
gráficos argentinos Caloi, su marido, y Tute, el hijo de este, quienes llegaban
a la tierra de Francisco Quevedo y Villegas para cerrar la exposición colectiva
"En el nombre del Padre y del Hijo", clausura con la cual se daba
inicio formal a las actividades de la "Muestra Iberoamericana de Humor
Gráfico Alcalá de Henares 2009", realizadas entre el 19 y el 25 de
octubre.
En medio de la alegría del reencuentro, Turcios le
contó que Elena Ospina, con quien comparto mi vida, la única mujer integrante
de "El Cartel del Humor", había participado de aquella fiesta del eje
cafetero y se encontraba entre los expositores de la muestra "La letra con
humor entra", dedicada este año a recordarles a las naciones su compromiso
con uno de los objetivos del segundo milenio: la educación. Con Elena, hace
cerca de 3 años que estamos en Madrid y en esta edición fue invitada por la
Fundación General UAH a presentar el boceto de un mural en homenaje a los seis
galardonados con el Premio Quevedos: Mingote, Chumy Chumez y El Roto, de
España, Quino y Ferro de Argentina, y Ziraldo de Brasil.
Fue entonces cuando Turcios nos buscó entre la
barahúnda de voces que disfrutaban las viñetas de la exposición y recordamos,
con la ayuda de la prodigiosa memoria de María Verónica, intacta y plena de
gratitud, a los organizadores de aquella fiesta gráfica de 1989: Gladys Molina
y José Yesid Sabogal –Nono–, representantes del colectivo cultural Proarte
Calarcá; Grosso y Bernardo Rincón en representación del Taller de Humor; y al
diligente Maestro Calarcá, con quien habíamos representado los intereses de El
Cartel del Humor en el grupo tripartita que hizo realidad aquel encuentro.
María Verónica recordó también a los jurados del
evento, un cartel de lujo que realzaba la trascendencia de aquella iniciativa
de la provincia, considerada en ese entonces, por el diario El Espectador, como
uno de los eventos culturales destacables de la década de los ochentas en el
panorama cultural colombiano. Los ojos brillaron de alegría al recuperar cada
uno de sus nombres: el poeta Juan Manuel Roca, el caricatógrafo brasilero
Roberto de Salles, el pintor latinoamericano Ómar Rayo, el caricatógrafo
colombiano Ponto, el cineasta y crítico colombiano Lisandro Duque. "Qué
maravilla, si los encuentran a todos ellos, mándeles mucho cariño".
"Yo me acuerdo que fuimos al cafetal en
Quindío y para mí el encuentro en Calarcá fue mágico, mágico, mi experiencia
allí fue muy completa, primero porque yo iba muy enamorada y era como una
suerte de luna de miel el viaje, después, encontrarme con toda esa gente con
esa pasión, con todo ese entusiasmo, y además nos divertimos mucho, nos reímos
mucho. Colombia me pareció maravillosa y esto sucedió en otro lugar mágico que
era el Quindío. Y con Carlos (Caloi) nos ocupábamos de hacer una transmisión
cultural que era llevarles el vino, y la magia del vino, así que, bueno, tengo
un recuerdo hermosísimo" subraya María Verónica desde su rostro limpio,
espontáneo y lleno de vitalidad.
Al preguntarle en Alcalá de Henares sobre sus
proyectos, Verónica deja entrever a una mujer sinérgica, positiva, llena de
optimismo, que, aunque comparte hombro a hombro con Caloi sus jornadas creativas,
no se niega sus propios caminos de realización.
"Hace 20 años, más o menos, que tenemos con
Carlos un programa en la televisión argentina dedicado a las artes plásticas en
general y en particular al cine de animación de autor de todo el mundo. Además
de esto, o a raíz un poco del programa, yo me especialicé mucho en la animación
de autor y desarrollo una sección en el festival más importante de Argentina,
dedicada a la animación, y tengo una productora que produce eventos culturales
de distinto tipo, ciclos de cine, en salas y al aire libre y además en estos
momentos estoy haciendo una película o largo metraje de animación, con cuatro
estudios de animación independientes. Son cuatro historias independientes sobre
Buenos Aires y el tango: una está inspirada en dibujos de Caloi y la estamos
dirigiendo juntos; hay otra hecha por Carlos Nine, que es un extraordinario
dibujante argentino, de nivel internacional; otra por los hermanos Faivre y
otra que se está haciendo en Rosario, en una localidad argentina también. Este,
yo además estoy a cargo de la dirección general y de la producción general. Y
bueno, muchas otras cosas. Ahora estoy organizando la presencia de la animación
argentina en la feria de Frankfurt y en el Festival de Annecy que es el festival
más importante de animación que hay en el mundo. Así que, bueno, difundiendo la
animación argentina afuera y la animación internacional en nuestro país".
Pero ella deja atrás el tema de sus proyectos
personales y regresa a los tiempos del encuentro en el eje cafetero con una
anécdota que acentúa la alegría de sus enormes ojos cómplices: "Y este es
un recuerdo especial para Bernardo Rincón a quien, insisto, recuerdo con
muchísimo cariño –y todavía me debe fotos del encuentro de Calarcá–. Recuerdo
que nosotros tomábamos vino tinto con Carlos y le convidamos a Bernardo y
Bernardo decía: Pero esto no hace nada ¿Cuál es la famosa magia del vino? Y
cuando salimos del restaurant, Bernardo agarró una botella y quería
convencernos que frotándola en las esquinas de las paredes, la botella se iba a
quedar pegada, cosa que nunca logró. Y nosotros sabíamos que era la magia del
vino". Y entonces, sabedora de que aquel registro audiovisual llegaría de
alguna manera hasta Colombia, remató la frase con cariñoso tono argentino:
"Un beso, Bernardo". Bernardo Rincón, es necesario señalarlo, es una
figura histórica de la caricatografía colombiana, las iniciativas de su gestión
cultural fortalecieron en nuestro país, en los ochentas y los noventas, los
géneros del denominado humor gráfico y la historieta.
En la profusión de actividades que convierten a
Alcalá de Henares en la capital mundial de humor gráfico, todavía tuve la
oportunidad de volver a verla una vez más. Estaba al lado de Caloi en el
paraninfo de la Universidad, cuando le hacían entrega del sexto Premio Quevedos
al brasileiro Ziraldo Alves Pinto. En ese escenario solemne, en donde también
se entregan los premios Cervantes de literatura, Turcios le mostraba unas fotos
de los encuentros pasados. Las fotos nos demostraron que la memoria es frágil
y, aunque el espíritu vibre con juventud, nosotros, los de entonces, ya no
somos los mismos. Después, su presencia se diluyó entre la infinidad de
actividades: exposiciones, talleres con jóvenes y adultos, visitas a la cárcel,
presentaciones de libros sobre el humor, lo cómico y la caricatura, desfiles
con cabezones y batucada, brindis y celebraciones y un sinnúmero de propuestas
dionisiacas que consagran la risa como constructora de cultura.
Son esas presencias efectivas –como las de María
Verónica, los centenares de participantes de todo el mundo y las de los propios
alcalaínos–, las que hicieron que ausencias como la de la ministra española de
Cultura no lo fueran tanto, o tal vez lo fueran tontas. Por eso, no hay motivo
para desgarrarse las vestiduras. Un burócrata no hace el otoño. Las hojas
pueden seguir cayendo con toda la belleza de su colorido. Que perdure en la
memoria esa fiesta que los caricatógrafos colombianos empezamos con María
Verónica y con Caloi hace 20 años en el eje cafetero y continúe la magia del
vino argentino mezclada con la magia del café más suave del mundo.
Coletilla. El poeta Elías Mejía ratificó la fugaz
persistencia de la memoria al recordarnos que Ómar Ortiz, poeta vallecaucano,
también participó como jurado de aquella fiesta gráfica. En otro mensaje
electrónico, el caricatógrafo Orlando Cuéllar confirmó nuestras palabras sobre
la importancia del evento rememorando su asombro frente la galaxia de estrellas
que desfilaban ante sus ojos de reportero joven. Él era entonces un aprendiz de
la poesía gráfica y en los pasillos de la Casa de la Cultura vivía los delirios
de aquella utopía constructora como enviado de El Espectador a cubrir el Primer
Festival Mundial de Humor Gráfico, Calarcá 1989. Y mientras trato de encontrar
su rostro en un álbum de ensoñaciones, las notas del tango me devuelven el
piafar de un caballo y la imagen de una muchacha de circo que baila sobre el
lomo de un corcel dibujado por Azeta.