SINOPSIS: DEVASTACIÓN O ESPERANZA EN BOGOTÁ
La demolición es el infarto que
mata instantáneamente. Es la trombosis que liquida la existencia en minutos y
aún en segundos. El deterioro urbano es el cáncer que mata la ciudad con
lentitud exasperante.
Esta es la concepción del historiador y
periodista Alfredo Iriarte contenida dentro del libro Bogotá, de la devastación a la esperanza, producido por la Sociedad
de Mejoras y Ornato de Bogotá y Pedro Gómez y Compañía.
El libro es una remembranza del patrimonio
arquitectónico e histórico que perdió la ciudad, de lo que todavía se puede
rescatar y de lo que se está haciendo por la arquitectura de la capital.
Según Iriarte, el libro quiere mostrarles a
las futuras generaciones y a las actuales, las dos caras de la moneda: cuáles
son los actos más notorios y deplorables de vandalismo arquitectónico que se
han cometido en Bogotá y cuáles son las zonas bellas y notables de la ciudad
que se han dejado deteriorar.
La segunda parte del libro, la esperanza, es
la parte positiva porque así como se han cometido atrocidades se han hecho
cosas muy notables como la restauración de la Quinta de Bolívar o del mismo
teatro Jorge Eliécer Gaitán, señaló.
Esta publicación además exhibe el archivo
fotográfico de la Sociedad de Mejoras y Ornato de la Bogotá clásica junto con
las fotos contemporáneas de la ciudad para enfatizar los cambios en la imagen
de la capital.
Esta es la única ciudad del mundo que huye
de su propio centro. Se critica a la gente porque abandona el centro pero nadie
se percata de que lo hacen por la inseguridad atroz y el deterioro horrible de
este sector, agregó.
De acuerdo con Juan Luis moreno, de la
Sociedad de Mejoras y Ornato, la memoria de la ciudad ha perdido mucho y hay
todavía mucho deteriorándose, especialmente grandes sectores como Teusaquillo y
La Soledad.
No obstante hay también grandes esfuerzos del
Estado para recuperar ciertos monumentos y para construir nuevas edificaciones
además del trabajo comunitario de algunas zonas preocupadas por su patrimonio,
comentó Moreno.
La gran
lección que puede dejar este libro es que en lugar de seguir conquistando la
ciudad avanzando sobre la sabana, lo primero es reconocer las hectáreas del
centro de la ciudad y revitalizar toda la infraestructura y el rico patrimonio
abandonado que posee, concluyó.
Por NULLVALUE - 4 de diciembre de 1997
TODO
TIEMPO PASADO...
Por MARIA MERCEDES CARRANZA
Es igual: así lo prueba un interesantísimo
libro sobre la destrucción del patrimonio arquitectónico de Bogotá.
Bogotá, de la devastación a la esperanza.
Textos de Alfredo Iriarte; investigación de Alberto Saldarriaga, Sociedad de
Mejoras y Ornato de Bogotá y Organización Pedro Gómez Bogotá.
Pensar que Bogotá pudo haber sido una ciudad
hermosa, como La Habana o Cartagena, si no, no hubiera tenido tanto gobernante
irresponsable, ignorante o importaculista!
Tal cosa es lo primero que le pasa por la
cabeza al lector que se interesa por este libro. Realizado por expertos
conocedores de la ciudad ─Alfredo Iriarte de su historia y Alberto
Saldarriaga de su arquitectura─ está dividido en tres partes: la devastación de
la arquitectura religiosa de la colonia y de la república, el deterioro de
inmuebles y monumentos notables y, por último, la esperanza que representan las
restauraciones y recuperaciones, esperanza que es más bien optimismo pues tales
obras no son nada frente a la destrucción de lo mejor y más numeroso de ese
patrimonio.
Da rabia pasar y pasar las páginas con las
láminas y fotos de las grandes construcciones religiosas coloniales que han
desaparecido, en total 10 entre conventos, iglesias, templos y ermitas: el
Humilladero, Santa Inés, Santo Domingo, Las Nieves, San Francisco, San Agustín,
El Carmen, Santa Clara, San Juan de Dios y Los Capuchinos. Pero lo más
sorprendente es que mucho de ese vandalismo se produjo por iniciativa de
gobernantes que el país reconoce como grandes figuras de la política y la
cultura.
¿Cómo entender, por ejemplo, que el convento
de Santo Domingo (donde se construyó después el adefesio del Murillo Toro) fue
demolido siendo presidente de la República Eduardo Santos y su ministro de
Educación Germán Arciniegas? Aquello que quedó en pie, a pesar de los
gobernantes, se lo llevó el 9 de abril del 48, especialmente lo mejor de la
arquitectura republicana, ubicada a lo largo de la carrera séptima.
Y el deterioro: la Avenida Caracas, la
Terraza Pasteur, el Cementerio Central... ¿por qué se olvidaría el investigador
de la Avenida de Chile? Frente a esto hay, sí, algunos ejemplos de restauración
y de recuperación, especialmente en el barrio de La Candelaria. El libro sólo
habla de monumentos y construcciones de envergadura, pero ¿y las casas? ¿Y el
espacio público? El lector advierte, gracias a las ilustraciones, que también
ha sido destruida la concepción urbana de las diferentes épocas, para
satisfacer la rapacidad de propietarios y constructores, con la complicidad de
los funcionarios públicos. Y la cosa sigue igual: sin ir más lejos, la semana
pasada se dio la noticia de que la alcaldesa de Santa Fe autorizó la demolición
de un hermoso edificio republicano, conocido como el Centro Nacional de Higiene.
Y ¿a quién le importa?